Día de cumpleaños
Son las 7,15 horas de la mañana,
Fernando va a coger su bicicleta al garaje y observa que unas sombras furtivas
escapan por el jardín de la casa, unas huellas delatan la presencia humana.
La puerta del garaje está cerrada,
pero cierto desorden haya en el interior de la estancia, una arandela y un
pequeño tornillo están caídos por el suelo.
No viendo ninguna otra anormalidad
colocó el sillín y los manillares a su altura como solía hacer siempre que
montaba en bici.
7,30 horas es en la entrada de la
casa se tropieza con su hermano Jaime que viene de dar un paseo a su perro
Troilo, un vago saludo, apenas se hablan, celos entre hermanos. Dejan las
huellas de barro impresas por toda la casa.
8,45 horas saluda a sus dos primos
gemelos Juan y Andrés que dicen venir de correr al aire libre, traen las
zapatillas de deporte llenas de barro. Habían llegado el día anterior para
celebrar su cumpleaños.
Era el día de su cumpleaños , su
mejor amigo José aún no se había presentado y eso que le gustaba madrugar.
Tenía llave de la casa.
9 horas le llamó por teléfono
preocupado por su tardanza, pero le indica que se encuentra ligeramente
indispuesto y se retrasará un poco.
Hoy Fernando cumple dieciocho años,
que edad más bonita, la mayoría de edad, dejaría de ser un niño, perdería la pubertad
y llegar a ser todo un hombre, le parecía casi imposible que este sueño fuer a
convertirse en realidad.
La gente de la alta sociedad hacía
una gran fiesta, la puesta de largo y su presentación oficial.
Habían sido dieciocho largos años de alegrías,
siempre rodeado de buenos amigos, el número uno en todo, sin ningún tipo de
problemas, hacía mucho ejercicio y era un gran deportista.
Su novia María era la más bonita de
todo el lugar, le gustaba coquetear con sus amigos, pero sin llegar a más.
También se estaba retrasando.
Mucho se querían y prometieron al
borde del acantilado costero casarse algún día, habían dejado grabados sus
nombres en aquél árbol que les daba tan rica sombra en los cálidos veranos.
Este día de buena mañana debía
participar junto con otros corredores en la vuelta ciclista al pueblo, por la
campiña.
Se había estado preparando duramente
todo el año junto con su amigo José.
10 horas, iba a comenzar la carrera y
en esos momentos llegó su indispuesto amigo para participar también en la
misma, sus miradas se cruzaron y una sardónica risa salió de la boca de José deseándole
buena suerte.
10,15 horas empieza la carrera,
Fernando durante todo el recorrido iba en primer lugar, los amigos y familiares
aplaudían a rabiar.
María sonreía burlonamente, acababa
de llegar.
11,45 horas, a punto de llegar a la
meta cayó al suelo en el último kilómetro de la carrera, se había partido la
cadena de la bici.
La carrera la ganó su amigo José y
María le hizo la entrega del trofeo como ganador de la etapa ciclista, con
miradas cómplices se dieron en beso en la mejilla.
En ese momento Fernando recordó que
las huellas de las sombras furtivas, sus pisadas en la hierba eran: unos pies
grandes de hombre y otros más pequeños con tacones de mujer.
También recordó que la bicicleta no
estaba colocada en su sitio de costumbre en el garaje y que un destornillador y
una llave inglesa estaban junto a la arandela y el tornillo que estaban tirados
en el suelo, la cadena de la bici había sido trucada.
12,30 horas, producto de una gran tristeza, con pocas luces
y muchas sombras, ya que cuando tu corazón va a más de ciento noventa
pulsaciones, duros entrenamientos y vas y te caes, te dominan las emociones,
comprendes la traición y vas y tiras la bicicleta al acantilado al haber
perdido la cabeza.
En ese acantilado donde junto a su
pareja se habían jurado amor eterno y ahora es todo un gran dolor.
Fernando ya no pensó que era su
cumpleaños, la mayoría de edad, la puesta de largo, los amigos y la familia,
solo en un momento de arrebato se dejó llevar por el dolor de ésta ceguera que
le había impedido ver más allá.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Pensar que no la tengo.
Sentir que la he perdido.
Tristeza de amor que siento,
que acompañan duros días,
que me amargan la existencia,
que reabren mis heridas.
( Pablo Neruda )