XXII
Contemplando esta hermosa mañana
me decido a pasear y dar una vuelta,
por una ronda norte muy transitada
de gente jóven y otras de edad avanzada.
Veo a Platero con unos briosos corceles
retozar en la pradera alegremente,
y un poblado de pequeñas casas
repartidas por la falda de la sierra.
Una piara de cabras
junto al pastor que las cuidaba,
el ladrido de su perro carea
que junto a ellas corretea.
El olor de las adelfas
sus flores rojas y blancas,
la espesa vegetación y la verde floresta
en esta lluviosa primavera.
La flor del olivo y las gramíneas
que provocan tantas alergias,
de una belleza sin igual
está toda la campiña cacereña.
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