LXXXVI
Fuimos a pasar
un rato
a Minchones, a
su refrescante charco,
una pareja de zíngaros
nos animó la
tarde con sus cantos.
El tocaba la
guitarra
ella la danza de
los siete velos ejecutaba,
entre sones,
palmas y alegrías
las horas
pasaron muy deprisa.
Cuando nos
quisimos dar cuenta
eran ya pasadas
las nueve y media,
muy felices y
contentos
por haber
disfrutado de este evento.
Parece que
finalmente esta noche
podremos cenar
tranquilamente en el porche,
ya que no habrá
tormenta
ni se la espera,
ni se la desea.
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