LXXXV
Que la parca se
acercaba
intuía el
enamorado por su amada,
por lo alto de
La Cumbre
llora desconsolado
aquél hombre.
Cuanto llanto,
dolor y desconsuelo
resonaba el eco
por esos cerros,
el lúgubre
sonido de las campanas
anunciaba el
entierro de la finada.
El lúgubre quejío
de los familiares
hacían erizarse
el bello de mi carne,
aunque era una
muerte anunciada desde hace tiempo
nadie está
preparado para esta terrible acontecimiento.
Las letras de un
poema
resuenan en mi
cabeza,
cargadas de
honde sentimiento
para expresar lo
que hoy siento.
Las penas y las
no penas
todas son penas
pa mí,
ayer pené por
verte
y hoy peno
porque no te vi.
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