Para ser zarceño
hay que ser como aquellos
viejos,
que salían tempranito al
campo
para recoger el trigo.
Con sus mangas remangadas
trajinaban mientras siesta,
recogiendo las gavillas
para trillar en la era.
Uno más en la faena
llegado el momento con su
navaja cabritera,
partiendo el pan en rebanadas
que había sacado de unas
alforjas muy viejas.
Las untaba con aceite de su
propia cosecha
o una miel muy rica,
que traía de su despensa
y las repartía a la hora de
la merienda.
No hay que ser extremeño
para ser zarceño,
hay que tener muchos reaños
y tener mucho conocimiento.
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