¡ Aquéllos veranos!
Aunque
a los profetas del tiempo nuevo
les
cueste trabajo creerlo,
en los
tiempos del pre-cambio climático
ya el
mercurio se escapaba de los termómetros.
La cosa
se recalentaba
las
paredes ardían,
y hasta
la brisa huía
hacia
playas lejanas.
Complicada
ingeniería
de abrir
puertas y ventanas,
bloqueadas
hábilmente con sillas
para
hacer corriente en casa.
Los
niños ponían pies en polvorosa
para
escaparse al pueblo con los abuelos,
que
en la capital los termómetros
rebasaban
los cuarenta grados a la sombra.
Eran
veranos de botijo y sombra
esperando
el gazpachito fresco,
horas
de trillas mientras siesta
cuando
se ennegrecían nuestros cuerpos.
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