Dos hermosos pueblos portugueses
J.R. Alonso de la Torre, el Cervantes
extremeño de las letras en un escrito de la última página del Hoy diario que
titula Un país que nunca se acaba nos invitaba a realizar un viaje fuera de
nuestras fronteras a Portugal a conocer Monsanto e Idanha a Velha.
Atravesamos Alcántara por su
acueducto hasta pasar Peñas Albas, pero nos perdimos un poco al no tener muy
bien la ruta señalizada.
Intentamos entendernos con un portugués
cuando estábamos atravesando uno de tantos pueblos y en un chapurreo a duras
penas pudimos entendernos, pero siguiendo a pié juntillas sus indicaciones conseguimos
llegar a nuestros ansiados destinos.
Fue un maravilloso descubrimiento, sin
ningún tipo deprisa, en ambos lugares parecía haberse detenido el tiempo.
Monsanto en lo más encrespado de un alto cerro. Los canchos servían de
paredes de las casas que construían o rehabilitaban varios artistas bohemios,
reunidos de todas partes del mundo venidos a descubrir estos rincones tan
bellos.
Pueblo hermoso y pintoresco, subidas
impresionantes bordeando sus recovecos, cantidad ingente de flores adornan
todos sus rincones que plasman en hermosos cuadros los pintores.
Paz y sosiego, disfrutar como pasan
las horas alargando los espacios hasta parece haberse detenido el trascurso de
las horas.
Sus gentes son encantadoras y
amables, intentando agradar en todo momento.
Albergues y hoteles, fondas y
restaurantes, terrazas con hermosas vistas para contemplar típicos paisajes,
que quedan gravados en nuestra retina, para siempre recordarlos.
Idanha a Velha, hermoso pueblo
amurallado, una antigua romana y visigoda ciudadela, bella por todos los
costados.
Pasear por lo alto de sus murallas,
contemplar su iglesia que está siendo reconstruida.
Tocar cientos de lápidas funerarias y
entradas a las puertas de un antiguo asentamiento romano.
Las inscripciones en latín es la
prueba viva de todo lo que estamos divisando.
Pasear por sus calles silenciosas,
apenas si tiene habitantes, los cuales en el quicio e las puertas, de sus casas
están sentados saludando a todos los visitantes con mucho afecto.
Las horas del día transcurren muy
despacio, tampoco tenemos ninguna prisa, disfrutamos de las cosas sencillas,
como el más valioso de los regalos.
Prometo no tardando mucho tiempo
volver a Idanha a Velha y a Monsanto, para en cada uno de sus bellos rincones poder
nuevamente disfrutarlos.
Ir a conocer Monsanto, trepar hasta
lo más alto, subirte en un cancho, parece que tocas el cielo con los dedos de
la mano.
Tanta paz y sosiego, poder relajarte
tanto, para pintores y poetas son fuente de inspiración para escribir versos y
pintar telas en plena y salvaje naturaleza.
Idanha a Velha, la paz que allí se
respira te invita a quedarte en ella, de satisfacción es toda una hemorragia
pasear por sus calles y plazas.
Esta zona portuguesa es de una
notable belleza, ir despacito con el coche disfrutando de sus hermosos paisajes
y de la cordialidad de sus gentes.
Como un paraíso perdido donde llegar
y buscar cobijo, perderte por sus recovecos, estrechos y empinados rincones que
dan paz a nuestros inquietos corazones.
Merece la pena el viaje, para
conocidos y amigos muy recomendable, su imagen queda gravada en mis recuerdos,
desde aquí hago la firme promesa de volver otro día, tan pronto pueda.
Idanha a Velha y Monsanto, con su
perfume de la sierra, ese olor a tomillo y romero donde corre una fresquita
marea y se está agustito en todo tiempo.
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