Este otoño mágico y caluroso
el verano parece no querer ni por asomo
dejarnos
siendo miércoles me decido a escribir un
rato
éste relato no se si me saldrá corto o
largo.
Los días son más cortos y las noches más
largas
de setas y castañas y platos de caza es
temporada
prestos para celebrar próximamente la
Calvotá.
Fiesta importante en nuestra Comunidad
tiempo para reencontrarnos con los amigos
de verdad
nos escapamos al pueblo, vamos al campo
huyendo de la ciudad.
Todos con gran alegría y contentos
de poder pasar gratos momentos
que quedaran gravados en nuestras mentes para
el recuerdo.
Es un buen motivo y una excusa perfecta
para escaparnos a la garganta, cerca de
la sierra
y asar los calvotes en una buena hoguera.
Programamos la excursión y el punto de
encuentro
para que sin motivo justificado ni pretexto
nos encontremos todos en el lugar idóneo
y perfecto.
A la llegada besos y abrazos de
bienvenida
y de emoción algunas lagrimillas furtivas
se escapan haciéndose visibles a la
vista.
Cada uno de los amigos saca la cesta de
las viandas
para aliviarnos las penas de la panza
y después cantamos alegremente todos los
componentes de la panda.
Se pone al fuego la sartén o el cilindro
con las castañas
para preparar una buena Calvotá
y al cabo de un momento están listas para
ser degustadas.
Con un licorcito de hierbas
a nuestra imaginación damos rienda suelta
recordando chascarrilos antiguos
alrededor de la hoguera.
Gozosos de haber pasado un agradable día
nos despedimos pasados de la madrugada la
dos y media
quedando en celebrarlo al año próximo con
mucha alegría.
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