UN MAL DÍA LO TIENE CUALQUIERA
Un mal día lo tiene
cualquiera, si nada más saltar de la cama me levanto con la pierna izquierda y
estoy a punto de caer al suelo se cabeza. Me levanto tan temprano como si
tuviese que abrir las calles del barrio, apenas si veo un burro a tres pasos y
por las esquinas voy tropezando.
Un mal día lo tiene
cualquiera, lo mismo da si estoy solo como si estoy en pareja, mi cabeza
barrunta será por el cambio de clima. Cuando me echan el piropo de: parece que
no pasa por mí el tiempo, como decía mi padre Cuartillo ya me están llamando
viejo.
Un mal día lo tiene
cualquiera, después de pasar toda la noche en vela con ese runrún metido en la
cabeza pensando en los preparativos de las fiestas navideñas. Tener que andar
por las carreteras me da tanta pereza, ojalá fuese como un sueño en una tarde
de siesta y al despertarme se hubiesen acabado todas ellas.
Un mal día lo tiene
cualquiera, sea diario o fiesta, será que al ser otoñada de pájaros tengo llena
la cabeza. Dicen que el otoño es una segunda primavera, que es el silencio
antes del invierno, que agustito estoy con las faldillas de la mesa arropadito
al calor del brasero.
Un mal día lo tiene
cualquiera hasta para escribir estas cuatro letras, que de poder terminar este
escrito no veo el modo ni la manera y luego salga el sol por Antequera.
Brilla el sol, los paisajes son de oro
con sus ocres y amarillos
la luz es cálida y abraza
recuerdo que despedí una primavera lejana.
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