LA OTOÑADA DE LA VIDA
En la otoñada de la vida
se van cambiando los gustos y las apetencias: las sexuales por los comestibles,
ya que los primeros parecen estar dormidos o como muertos al igual que en este
tiempo las hojas de los árboles. Los segundos con pastillas más o menos nos
atrevemos con un buen chuletón de carne.
Y es que el tiempo no
pasa en balde y va dejando en nosotros una huella imborrable.
En la juventud está uno
siempre eufórico como si esto fuese a ser eterno y a medida que vamos
cumpliendo años ya del macho ibérico para toda una vida, solo queda del hombre
cuerda apenas para un rato.
A la pregunta de ¿quién
capó al perro? La respuesta es: al perro lo capó el tiempo, sin necesidad de
tener que ir al cirujano veterinario.
La otoñada de la vida es
una estación del alma, aquí la vida es un silencio otoñal donde todo recobra la
calma.
El otoño es sementera, es
paciencia con cierta impaciencia, se detienen los deseos, cesan las
expectativas y el alma se vuelve transparente de la transparencia que le habita.
En medio del camino del
otoño de mi vida, avanzo lentamente hacia el silencioso invierno que todo lo
enfría.
Miro hacia atrás sin ira,
reconozco los errores y caídas, todas las vueltas y revueltas de mis sucesivos
cambios de creencias.
En el otoño de la vida
nuestros puntos de vista se modifican, todo parece ir cuesta arriba y como si llegásemos
a un callejón sin salida.
A medida que avanzan los
días se asientan las certezas, disminuyen las preguntas y aparecen las
respuestas.
En mi vida llega el
otoño, es tiempo de cambio, debo prepararme para un futuro incierto, que se
avecina duro y cruento.
Ya no hay brillo en mis
pupilas ni mis ojos tienen el destello que alumbró mis días, cuantas hojas caerán
de mis ramas mientras mi cabeza se puebla de canas.
Decía Facundo Cabral:
Apenas me queda gasolina en el tanque, el paso de los años es inexorable,
certifica que las criaturas mortales somos idénticas a los árboles.
Al igual que las hojas
caen de los árboles también nuestras ilusiones e ideales, nuestras más
profundas convicciones se deslíen como el azúcar en el café.
Procuraré ir ligero de
equipaje para hacer tan largo viaje, en éste otoño dorado de mi vida viviendo
en completa paz en el día a día.
El poder llegar sintiéndose
hermoso como un bosque al desnudo, donde poder tocar los árboles con las manos
y sentir el crujir de los pasos.
Es una estación de paz y
sosiego, mirar atrás y ver la cosecha de nuestros graneros, es alejarse de
todo, para fundirse en todo como hojas estremecidas ante el crujir de un mal
paso.
La fragilidad y
vulnerabilidad del sexo fuerte, sin esquemas y prejuicios, macho adulto
invulnerable, fuerte y duro que cree que ir a terapia es para débiles o locos y
deben romper prejuicios para transformar su entorno.
Atrás quedaron angustias,
zozobras, indecisiones y dudas, en esta nuestra madurez sea bienvenida, los que
ya estamos al otro lado ya que cruzamos la frontera, nuestro sitio está en el
palco, no en el rudo, detrás de la barrera.
Al sentirnos en paz con
los demás y con nosotros mismos, como dijo Amado Nervo: Vida: nada me debes.
Vida nada te debo. Vida estamos en paz.
A todos los que me escuchan en el otoño de mi vida
me corrigen y animan cada día
para que siga escribiendo versos y prosa literaria
y para todo el público que disfruta con la poesía
porque ¿que sería el mundo sin poesía?
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