Nunca se pierde, unas veces se gana y otras veces se
aprende. Si no se está acostumbrado a perder es una parte negativa por nuestra
parte que a menudo cuesta ver.
A veces es necesario perder para saber lo que se siente
cuando se gana. Cada fracaso duele como si fuese el peor, te ayuda a caer para
levantarte y empezar de nuevo otra vez.
La victoria tiene
muchos padres, la derrota uno solo.
Cuando uno tropieza en una piedra, empieza una nueva carrera
aprendiendo de los errores anteriores y tomando nota para no volver a tropezar
en la misma piedra.
Hay que mover las montañas del desánimo y el cansancio y
cada día intentar escalar un pico un poco más alto. Escalar las montañas de lo
afectivo, aquellas que aparecen cuando le tenemos miedo a experimentar el amor
y la amistad con el resto de los humanos.
Los desafíos ante los problemas en vez de desanimarnos,
deben hacernos más fuertes y las caídas en vez de darnos miedo, deben darnos
seguridad, aprendiendo a caminar, con pasos cortos y pisadas firmes que dejan
huellas por donde van.
Unas veces se cree haber perdido toda una vida en conseguir
una meta sin conseguirla y la realidad es que se ha ganado en libertad en
encontrarse a uno mismo dejando de fantasear.
El camino es largo y difícil pero se aprende a llegar al
final, se pierde lo malo para ganar dignidad. Hay que perder , dejar aquello
que nos hace mal, debemos aprender a soltar, muchas veces debemos perder para
levantarnos y ganar de nuevo.
No es nada fácil volver a reír sin parar, no es fácil cuando
solo quieres llorar, a veces hay que dejar ir a todo lo que te rodea, sea
material o sentimental, dejar marchar aquellas cosas que no te hacen feliz, hay
que perder, porque dentro de ésa pérdida está el volver a encontrar la
felicidad.
La victoria tiene
muchos padres, la derrota uno solo.
Cuando algo se pierde, cambia lo que deja vacio, aunque otro
ocupe su lugar.
En la escuela de la vida aprendí que muchas cosas cambian
casi todos y muchas veces ni nos damos cuenta. Es difícil reconocer que algo ha
cambiado, porque tenemos miedo de asumirlo. Se puede ganar o perder, que sea el
comienzo o el fin, que para bien o para mal, todo cambie.
No importa perder o ganar, lo importante es participar.
Perder o ganar, es mejor perder para ganar que solo ganar para después perder,
es mejor así, nos da más tranquilidad.
Se debe pensar que nunca se puede perder lo que nunca se
tuvo, es mejor compartir y nunca se puede recuperar tampoco lo que no se tuvo.
No dejes pasar de largo, el paso que puedes dar hasta
alcanzar la meta sin intentarlo.
No dejes pasar de largo, el acto de reconocer que te has
equivocado, para volver a intentarlo.
No dejes pasar de largo, que de nuestros triunfos y fracasos
siempre se aprende algo.
En el camino de la vida, me encontré con piedras que me
hacían tropezar, me lastimé y hasta renegué de ellas, pero en cada caída
aprendí a levantarme y estas piedras terminaron por ser mis amigas ya que en
cada tropiezo me enseñaron a caminar.
La victoria tiene
muchos padres, la derrota uno solo.
Enfrentándome a mis miedos, y en lugar de renunciar a mis
metas y sueños, pude con ellos y no me vencieron. Descubrí que el amor que uno
siente, ofrece y recibe, sana todas las heridas.
El perder se lleva mejor si desde el primer momento somos
conscientes que estamos en una competición y que existe gente mejor, que
debemos tener siempre un afán de superación doblegando nuestro orgullo y
aprender de nuestro error.
Esto es una manera también de ganar en nuestra paz interior
siempre que seamos capaces de hacer ésta sabia reflexión y aprender ésta
lección.
La euforia cuando se gana, la rabia cuando se pierde es la
cara y la cruz de la moneda, y hay que pasar por ambos momentos para aprender
la parte positiva y la negativa de cada una de ellas.
En el fondo no es siempre más feliz el que gana que el que
pierde. El más feliz es el que aprende una lección en ésta vida ganando o
perdiendo.
En el juego de la vida, la vida es como una ruleta, con sus
éxitos y sus fracasos, el ganar o el
perder muchas veces no está en nuestras manos, pero el aprender si, siempre que
seamos capaces de asumir que tenemos unas limitaciones y que lo verdaderamente
importante es saber competir.
La victoria tiene
muchos padres, la derrota solo uno.
Solo desde la conformidad de haber sido participes en
cualquier acto de nuestra vida o competición llegaremos a la sabia conclusión
de que “ Nunca se pierde, unas veces
se gana y otras veces se aprende “ por
dura que sea la competición.
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