lunes, 25 de agosto de 2014

Buscando el fresco

Recuerdo desde muy pequeño
ver en las calles de mi pueblo,
por las noches las vecinas
sentarse en los poyos y sillas de enea ,
a las puertas de las casas
intentando buscar al fresco
que durante todo el día se les negaba.

Los niños tumbados boca arriba
acostados encima de una manta tirana,
nos hacían contar las estrellas
para que las dejásemos hablar a ellas
de sus chismes y miserias.

Los rigores de aquellos veranos
los calores de los meses de julio y agosto,
a las personas las pone muy nerviosas
obligándolas al caer la tarde a salir de casa
para echar unas buenas parrafadas
con críticas a todo el que pasa.

Al llegar la noche, después de cenar, en la penumbra
van sacando las sillitas a la puerta de la casa,
hasta que el relente de la noche las refresca y adormezca
obligándolas a marcharse a dormir a la cama
puesto que estaban dando alguna que otra cabezada.
  
Se establece una tertulia femenina
que para sí la hubiesen querido las mismísimas Meninas,
con mucha verborrea y alegre cháchara
que las anima mientras ven el brillo de las estrellas
algunas noches se acuestan tarde, casi al llegar el alba.

Aquellas tiernas y sencillas abuelitas
sentadas en sus sillitas de enea
charlando sin parar con sus vecinas,
todas las noches del verano, día tras día
en las puertas de sus casas.

Por las paredes los santarostros
correteaban a pillar a los insectos,
las ranas croaban a lo lejos
escuchábamos el crí crí de los grillos,
poquito a poco, muy despacito
terminábamos por quedarnos dormidos.

Que recuerdos de la infancia tan bellos
unas veces dormidos y otras despiertos,
los traguitos del agua del botijo
el sabor de aquellos ricos gazpachos
con el agua fresquita del pozo.

Aquellos veranos en el pueblo
pasados en casas de los abuelos
que cantidad de bellos recuerdos
que ya me quedan tan lejos
 ¡cuánto los echo de menos!.

( Adrián Sánchez Blázquez )




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