A UN VIEJO AMIGO
Tengo un viejo amigo la
mitad partocho y la otra mitad gallego, que es concejal de cultura de un verato
pueblo de cuyo nombre no se me despista ni por un momento, ni el del viejo
amigo ni el del partocho pueblo y aunque de ideales sociata hasta la médula,
por sus andares se asemeja a aquel otro desaparecido gallego pero de signo muy
opuesto y de apellido Fraga.
De nombre Hipólito y
Santiso de apellido, buen Peón de brega recorre las calles del pueblo, unas
veces a pie y otras en vehículo para tomar nota de los desperfectos que ve a su
paso e intentar a la mayor rapidez mandar repararlos y aunque no está exento de
críticas por algún sector del público, lo lleva con esa socarronería gallega de
la que no se sabe si viene o si va.
De vez en cuando y en
época de verano me pide que en la biblioteca recite alguno de mis versos a lo
que rápidamente me presto, para eso estamos los verdaderos amigos y sin
necesidad de venir acompañado de un prospecto como los medicamentos, pasamos un
momento muy agradable y divertido.
Me imagino que las letras
de estos renglones podrán gustar más o menos pero es lo que siento en estos
momentos y es que a los verdaderos amigos de vez en cuando se les puede cantar
las cuarenta pero otras veces hay que decirles y aplaudirles los aciertos.
Tengo un viejo amigo
la mitad partocho y la otra mitad gallego
que en lugar de resolverse contra el mesajero
le gusta decir las verdades del barquero,
llamar al pan pan y al vino vino
y eso amigos míos
es lo que no les gusta a los de otro signo político.
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