Síndrome de manos vacías
Un año que
termina y otro nuevo que empieza con penas y alegrías, algún que otro dolor de
cabeza, una vez más sin haberme tocado la lotería y empeñado hasta las cejas,
como aquél que ahora su vida laboral empieza.
Pero procuro
poner a la vida la mejor de mis sonrisas, aunque muchos no se lo creen las
úlceras van por dentro y no se ven, pero con alguna que otra dosis de omeprazol
mi estómago parece encontrarse mejor.
Lo peor es la
regilera de mis manos sobre todo la derecha, que de vez en cuando tanto se
altera que apenas me cuesta poder llegar a escribir unas letras, tanto me
desespera porque va a unas marchas veloces y certeras.
Debe ser cosa de
la vejez que como la jodienda no tiene enmienda, ni Dios que la entienda dicen
del lugar los más viejos que ni jodiendo, ya que ellos llevan mucho tiempo
llorando sin desconsuelo buscando para este mal remedio.
Y es que cada
uno llora sin desconsuelo y como una loca, por donde le toca y lo siente en la
fibra más sensible, no escapándose ni los más torpes ni los más inteligentes.
Síndrome de
manos vacías que yo deseo estén llenas y no de ilusiones vanas, sino cargadas e
energías positivas que alegren cada uno de los días que me quedan por disfrutar
de mi vida.
En el libro de la vida
alguien puso allí mi nombre
y recibí tantos golpes
que me convencí enseguía
lo poco que vale un hombre.
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