domingo, 3 de diciembre de 2017

El astrólogo fingido


El astrólogo fingido

 

Ahora que acabo de leer el libro El manuscrito de Calderón, del escritor, gran docente e investigador José Calvo Poyato me imagino como sería la supervivencia en aquellos tiempos de capa y espada y alguna que otra puñalada trapera por la espalda.

Eran tiempos en que había fallecido el rey Felipe IV y los corrales de teatro estaban cerrados en señal de luto por la muerte del soberano; y es que una parte importante de la iglesia abogaba por el cierre de los corrales de comedia pues allí las actrices exhiben sin recato y con mucha indecencia las piernas y el canalillo provocando lascivas miradas.

Un soberano el rey Felipe IV el putero mayor del reino, que llegó a tener cuarenta y seis hijos pero solo dejó uno de heredero; Carlos II el enfermizo, como si hubiese sido un castigo divino, para un monarca culto e inteligente, amigo de Velázquez y gran mecenas del arte.

En Madrid por la calle Toledo se encuentran mesones, figones y otros tugurios, llenos de jugadores  de ventaja y capaores, de tahúres y comediantes; eran tiempos de cuaresma pero poco importaba a la gente de baja calaña, en que se cantaba y bailaba y con las putas se fornicaba.

Era costumbre de ciertos poetas juntarse por las noches con gentes de la farándula que en ciertos lugares de perdición que por la parte alta de la ciudadela se amontonaban.

La noche sin remedio avanza, eran los últimos actos de una jornada que concluía como tantas otras, con más pena que gloria; los campanarios de las parroquias, conventos y ermitas hacía rato que habían dado el último toque a la oración por las animas benditas.

En un rincón llamado el roncón de los hambrientos era un lugar reservado para potas, escritores que allí se daban cita todas las noches para hablar de sus cuitas y quejarse de las injusticias y del poco aprecio que los mecenas hacían de sus trabajos y que los impresores y mercaderes de libros les sangraban como sanguijuelas de barbero.

Tiempos de escritores de comedias, de Calderón de la Barca y Lope de Vega, en que nuestra España se veía amenazada por entrar en guerra con las tropas francesas.

En locales de mala fama para encandilar a la clientela putas muy ligeras de ropa bailaban una zarabanda achaconada, la parroquia a beber y jugar después a bajarse la bragueta y a mirar o fornicar como Dios manda.

Una vida en aquellos tiempos valía menos que un pimiento, eran tantas las penurias que no había pan para alimentar tantas bocas hambrientas, pero la gente vivía alegre y contenta viviendo el presente sin pensar en el mañana, hacían mucha vida en las tabernas como si todos los días fuesen una fiesta.

De vez en cuando se calentaban las cosas se oía la voz de la mesonera que invitaba la casa con dos jarrillas de arganda.

 

El astrólogo fingido es el título de El manuscrito de Calderón que recrea el ambiente del Madrid de la minoría de edad de Carlos II y donde el ambiente en torno al teatro se atiene a los parámetros de la época.

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