Ennoviarse en Semana Santa
Pasear próximo a la iglesia por sus
calles más cercanas, en el cuerpo bullen las hormonas, los jóvenes buscan sus
parejas, para ennoviarse en estos días, en las fiestas de Semana Santa.
Quieren compartir afectos, u ir y venir con cruces de miradas, visos y
cercanos aleteos en busca de las hembras deseadas, vueltas arriba, vueltas
abajo, hasta que las pretendidas daban el visto bueno si eran de su agrado.
Los varones entraban en las plazas
como los perdigones en marzo, si las demandantes se apartaban del grupo en el
mismo número que los llegados, las mocitas paseaban juntas la señal estaba
clara.
Titubeantes escarceos, palabras
vanas, ademanes indecisos, eran como trocitos de gloria, construir con una sola
palabra bellos discursos en la soledad de la casa.
Para formalizar las novierías había
que pararse, una cosa es revolotear entre las flores y otra emparejar las
castas entre parientes, una ancestral monogamia que rompía lindes y unía heredades.
Cuenta Juan Francisco Cano de un solterón que para no quedarse solo en la
vida se casó con una tonta por culta de unos parientes, los parientes en su
casa y el con la tonta siempre.
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