Ángel Ejarque Calvo
De verdad era duro y bravo
pequeño y musculoso,
muy varonil y masculino
con un estilo propio.
Un hombre solido
fiable y compacto,
leal a sus amigos
veía la vida y el mundo a su modo.
Sentir su presencia cercana
noble y silenciosa,
de quien mucho ha vivido
mucho sabe y ha luchado.
Había crecido de golfo
madrileño sin estudios,
buscándose la vida en mercados
estaciones de trenes y ambientes
prostibularios.
Boxeador de jovencito
peleaba como un jabato,
maltrecho y derrotado
pero nunca vencido.
Le gustaban las canciones de Los
Chunguitos
La Mora y El Legionario,
le ofrecieron un empleo
y se volvió un hombre honrado.
La noche que estaba moribundo
pidió que le llevaran un canuto,
se lo fumó despacio
dentro del cuarto de baño.
Era Ángel Ejarque Calvo
a quien Arturo Pérez Reverte,
literato,
le dedica la letras de este escrito
en su patente de corso.
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