A un aprendiz de escribidor
Destierro,
encierro o entierro
es lo que
puede pasarle a tu cuerpo,
si eres
escribidor de relatos y cuentos
que no sean
del agrado del gobierno.
Así que más
tarde o más temprano
si se logra
evitar el último,
te
encontrarás con una maleta en la mano
huyendo
hacia un incierto destino.
En la
maleta una camisa
un sueter
de repuesto,
al otro
lado de cualquier frontera
deseando
despertar de un mal sueño.
Unas veces
andamos presos
otras
andamos con un mono adivino,
mientras al
margen escribimos
lo que
buenamente podemos.
Es lo que
ocurre en muchos países latinos
por ser
escribidor de oficio,
mejor ser
fotógrafo, vendedor de libros o mesero
y hasta
envidiar a los perros callejeros.
Como para
intentar vivir de los escritos
si ni
muchos famosos lo han conseguido,
mejor que
un Cervantes pobre, un Shakespeare próspero
pero con
vivir del cuento yo me conformo.
Parece una
mala profesión
la de
aprendiz de escribidor,
en todos
los países de dictadores
por denunciar
los atropellos que hacen.
Lo explica
muy bien todo esto Augusto Monterroso
escritor de
microrrelatos consagrado,
de origen
guatemalteco
exiliado en
México hasta su fallecimiento.
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