Cuento de Navidad con fantasma y
moraleja final feliz.
Dice Alfredo
Liñan Corrochano: me hipnotizan los
cuentos de Navidad. Acaramelados, musicales, jingle-bell, o-tannenbaum, ¡oh
blanca Navidad!. Cuentos en los que los malos se hacen buenos, el espíritu de
la Navidad se transforma en lucecitas y copos de nieve y el HoHoHo de Papá Noel
me recuerda que debo escribir un cuento de Navidad con su moraleja y final
feliz, en el que el terrible y sombrío Espíritu del Futuro muestra mi destino.
Es veintidós
de diciembre, día del sorteo de la lotería, en que habrá nuevos millonarios
como todos los años, pero a mí me ha tocado en suerte la aparición del fantasma
de mi futuro, envuelto en ropas de siete colores, y son siete porque siete son las
maldades que pienso realizar en este futuro tan cercano. Encapuchado y deslizándome
como una sombra
chinesca,
arrastrando una pesada y dura bola de hierro, como pesados y dolorosos serán los
atroces pecados que voy a cometer, de esas bolas que les ponían a los presos
peligros en las películas y comics.
El fantasma
no tiene cara, me conduce por la senda de un bosque, donde vestido de cazador
procedo a abatir a la mamá cierva de Bambi, dejándola huerfanita de por vida,
también de un certero disparo mato a sangre fría a la Corza Blanca, privando a
todos los cervatillos de su alegría y grata compañía.
Horrorizado
salgo corriendo y abandono a mi hijo Pulgarcito y sus hermanitos en la espesura
del bosque para que sean pasto de las fieras.
Corro que
me las pelo, como si fuese aquel gato con botas, bribón, mentiroso, liante y
aprovechado que disfrazado de marqués de Carabás chantajeo a los campesinos.
Le pido al
fantasma que no deseo hacer más maldades, pero no me hace el más mínimo caso y
me hace una señal para que le siga. Nos estamos acercando a los límites de Villanueva
de la Vera y de pronto me veo convertido en el personaje del Peropalo, bandido
asaltador de caminos y violador de las mujeres de esa villa y todo su entorno.
Al verme pasar
por la plaza del pueblo, un tropel de gente profiriendo gritos y amenazas con
palos y horcas me aprisiona y realizando un juicio rápido y sumarísimo, encontrándome
culpable de tantas maldades y de otras que aprovechan para adjudicarme aunque
no las haya cometido, soy condenado a morir descoyuntando mis huesos y
finalmente quemado en la hoguera, eso es lo que pone la sentencia que me
cuelgan del cuello y me pasean en un burro por las calles del pueblo, para mofa,
escarnio y burla de todos los vecinos.
Y todo esto
en vísperas de Navidad y como dice Fernando Pessoa en su obra La hora del
diablo: soy el diablo, yo nunca he pretendido decir la verdad a nadie, en parte
porque de nada sirve y en parte porque no la conozco. Creo que mi hermano mayor
Dios todo poderoso tampoco la conoce.
Hay demasiadas
cosas en la vida que derrotan a la inteligencia. Por ejemplo estas fiestas
navideñas, debo ser creativo y avivar la inteligencia, aunque las historias
cuanto menos se entiendan más funcionan.
Cuando más
animado estaba el sueño voy y me despierto de esta terrible pesadilla y me rio
de todo ello ya que:
Ni soy
cazador y jamás he disparado un tiro en mi vida.
No soy el
padre de Pulgarcito y sus hermanos, por lo tanto no los abandoné en la espesura
del bosque.
No soy el
marqués de Carabás , ni tengo gato, además soy alérgico a este animalito.
Lo del
Peropalo es una paranoia más, coincide que son las fiestas que se celebran en
Villanueva de la Vera durante los días del carnaval.
Y mucho
menos soy el diablo ni cuenta que lo fundó, por lo que me rio de todo y me
desternillo de la risa.
Por fin al
despertarme y mirarme en el espejo veo finalmente la cara del fantasma
reflejada en el cristal…..es mi propio rostro desencajado por la cantidad de
cosas malas que se me pasaron por la cabeza que en un momento determinado
llegué a creerme que iba a realizar, pero en un acto de arrepentimiento fui salvado
y quedó solo en un maléfico sueño.
Hago balance
y examino mi conciencia pensando en lo que he hecho durante este año.
Y como en
años anteriores intentaré superarme y no preguntaré por los regalos. Eso lo
dejo para los niños, que necesitan seguir creyendo en las ilusiones de este
mundo.