Un viaje imprevisto
Como
Quijote el de la triste figura acompañado de Sancho su fiel escudero, así parto
esta mañana desde Villanueva con mi fiel compañera Toñi Escobedo, nos dirigimos
a hacia Plasencia pero sin tener un destino cierto.
Paseando
por las calles del centro aterrizamos en el parador de turismo, para refugio y
descanso de nuestros cansados cuerpos llegamos en el mejor momento, poder en el
cobijarnos y darnos una homenaje a la hora del almuerzo.
Después
de haber repuesto nuestros vacíos estómagos y a la hora del sesteo, nos
enseñaron los aposentos de este magnífico establecimiento, en un sosegado paseo
desde arriba abajo y desde fuera hacia dentro.
Una
vez finalizado el recorrido paseamos por los comercios y establecimientos del
centro, a una hora predeterminada nos dirigimos a Hervás, para alojarnos en su
hermosa Hospedería y disfrutar de su benigno clima y su bella judería.
Paseos
al caer la tarde entre dos luces y al anochecer, atravesamos estrechas
callejuelas y plazas hasta llegar a la corredera, nos refugiamos en una de sus
múltiples tabernas para degustar una frugal cena.
A una
hora no demasiado intempestiva volvimos a pasear por rincones y plazoletas, parecían
flotar nuestros cuerpos y almas envueltos en una nube de felicidad inusitada,
sin apenas habernos dado cuenta nuestros cansados cuerpos se encontraron
abrazados entre blancas sabanas.
Por
la mañana sin prisas pero sin pausa empezamos a desperezarnos de la cama,
mientras estábamos desayunando planificamos nuestro próximo recorrido, partimos
hacia Mogarraz y La Alberca dos bellos pueblos de Salamanca.
El recorrido
de una hermosa belleza, árboles frutales en plena naturaleza, aunque el tramo
de la carretera estaba llena de curvas y cuestas, pero alrededor de las dos de
la tarde habíamos visto estos hermosos pueblos y parajes.
Dos
hermosas poblaciones charras como así lo acreditan sus rincones y plazas, la
hermosura de sus calles estrechas con empinadas bajadas y largas cuestas, pero
nuestros ojos se recrean en sus balcones de los que penden macetas de flores
muy hermosas.
Después
bajar por La Batuecas en dirección a Las Hurdes y La Sierra de Gata, visita al
meandro El Melero, rodeado de unas maravillosas vistas y escondido en un paraje
remoto, descansamos un momento y nos deleitamos de todo su entorno.
Al pardear
la tarde llegamos a nuestro piso de Cáceres, donde nos espera Maricruz nuestra
hija pequeña que nos acompaña a la hora de la cena, alrededor de las doce de la
noche doy por terminada la crónica de éste romántico e imprevisto viaje.
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