Carta abierta a mi padre Fermín Cuartillo
Buenos días amigo mío y querido padre
Cuartillo , hoy cumplirías ochenta y ocho años y ya hace más de dos que te has
ido sin habernos dado tiempo de fundirnos en un fuerte abrazo y poder
despedirnos.
Aún recuerdo la letra de la canción
de Manolo Paradas, en esa colombiana tan bella que hace que el bello se me
eriza tan solo de escucharla, cantada por tu brava garganta y al oir esta
tonada hacía que se me saltaran de emoción las lágrimas.
Vente y vente tú conmigo
vente, vente y ya verás
tengo una casita blanca
en medio del olivar.
Creo que como hijo mi padre es
irrepetible y único, si además es mi mentor y maestro mucho más lo quiero y
extraño, por su forma de ser y simpatía quitaba las penas mías y era la alegría
de la familia Cuartilla.
Me gusta la primavera
sus colores y sus flores
y tenerte yo a mi vera
y los besos de tu boca
a mí me quitan las penas.
Por todos estos motivos resultó todo
tan traumático, que aún no me he repuesto de este desafortunado suceso, y por
mucho que en mis sueños te busco no te encuentro, siendo para mí un largo
sufrimiento.
Peregrino por el mundo
abrí mis alas al viento
mis cantares llevo dentro
y brotan de mi garganta
historias de sentimiento.
En esos confines del universo rodeado
de amigos y compañeros, les deleitarás a todos ellos con tus fandangos alameros
y un corro de gitanitos zarceños tocaran las palmas y jalearan con aplausos a
este maestro de maestros.
Entre flores y olivares
tengo mi blanca paloma
mi casita es un lucero
le da el sol cuando se asoma
y el cantar de los jilgueros.
Por el campo zarceño, en todo lugar
se oye el eco de tu cantar, por tierras de la Isla tus fandangos por Farina,
faenando con ese par de mulillas La Chata y La Chica que trotan como unas
campanillas.
Vente y vente tu conmigo
vente , vente y ya verás
tengo una casita blanca
en medio del olivar.
Ojalá que allí donde te encuentres vivas
en esa eterna primavera que tanto
querías con sus colores y sus flores, al ir de peregrino por el mundo y abrir
tus alas al viento, cantando esas historias de sentimiento, entre flores y
olivares hayas encontrado esa casita blanca que le da el sol cuando se asoma y
el cantar de los jilgueros.
Toda la Zarza te añora, te llora y no
te olvida y maldigo a la parca que segó tu vida con la guadaña, privándonos de
tu compañía, querido padre, amigo y maestro cuanto te sigo echando de menos.
En noches claras y serenas con un
cielo cuajado de estrellas, miro hacia la Vía Láctea, a la Luna y el Lucero del
Alba y por todas partes del universo, grito tu nombre y no te encuentro padre
mío, cuanto te extraño y te quiero.
Como si fuese una carta abierta a mi
padre, amigo y poeta, el mejor hombre de toda la Zarza, de sus alrededores y
toda su comarca, que en éstos momentos se encuentra de gira por los rincones
del cielo, en otros planetas, lejos de la faz de la tierra.
Estoy completamente seguro que junto
con otros grandes maestros del cante y baile flamenco, irán de un sitio para
otro, de tablao en tablao alegrando las penas de los entristecidos como el solo
sabe hacerlo.
Con ese natural gracejo de la familia
Cachera y de la María Blázquez, mi abuela, que aunque pequeña, era valiente
como ninguna, a una joven edad quedó viuda con varios hijos, pero con los ojos
llenos de lágrimas se puso el mundo por montera y luego salga el sol por donde
quiera.
Quiero que sepas padre mío, amigo y maestro,
valiente Cuartillo flamenco que siempre estás en mi pensamiento, y hasta en
sueños te veo, quisiera tenerte conmigo ahora que voy a ser abuelo para que
conocieras a tu Churrasco biznieto.
Y a modo de recordatorio te mando un
buen fandango, de cuya letra muy bien me acuerdo, ya que por oírtelo cantar
tanto aún en el aire resuena su eco y que a modo de un cariñoso abrazo y unas
lágrimas que como puños me corren por las mejillas en éstos momentos.
Que por pintar a una mujer
a un loco le dio la manía
por pintar a una mujer
y cuando pinta la tenía
le puso un letrero a los pies
ya me tienes como tú querías.
Cáceres, a veintisiete de octubre de dos mil dieciséis.
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