Tiene Sabina un pasado canalla
que es como para llevarlo a la pantalla,
las letras de sus canciones eran de
gente de izquierda
que en sus conciertos calentaban las
cabezas.
Mientras él las cantaba como bellos
poemas
por el wisky su voz desgarrada y rota,
buen poeta pero mejor rapsoda
de los bares de copas y canuto roto
envuelto en discursos políticos y de
todo.
Primero fue pueblerino
después se hizo cínico y gracioso
alabando a las vilezas,
a los antros, a los puteríos y a las
bajezas.
Sabina nos cantaba al oído
en sus discos de vinilo
las letras de sus versos duros,
como un recto canalla de acento tosco
pero cada vez más contradictorio.
Amigo de princesas y republicano
amigo de los banqueros,
izquierdista colega de los peperos
al igual que él nos hicimos
contradictorios.
Tiene Sabina un pasado canalla
que es lo que a muchos nos agrada,
escuchar sus letras golfas
dibujando sombras de humo sobre la
almohada.
Ahora tiene un presente blandito como la
Navidad
que está a punto de llegar,
ha cambiado la rima simple y el compás
sencillo y pegadizo
por carambolas y pompas de jabón.
Sabina, el personaje, al igual que
nosotros
ha guardado un lugar para el desencanto,
se nos cambia la vida
mientras escucho una de sus canciones,
y nos dieron las diez, las once, las doce…..
y tardé en olvidarla diecinueve días y
quinientas noches.
Adrián Sánchez Blázquez.
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