UNA CATA DE VINOS
El vino lo conocemos por la boca
todo su sentido alcanza
cuando sus efectos nos llegan al
alma,
cuando nos alegra
nos hace participes en la alegría
ajena
y cuando sufrimos su reseca.
Buenos enólogos han sido capaces
de llenar
como las abejas el penal
cada celdilla con la cosecha
anual,
vamos a realizar la cata
y en la primera copa
el sumiller nos habla del aroma.
El aprecio que te tienen los
anfitriones
se demuestra con la calidad del
vino que te sirven
esto es casi lo único que sé del
tema enólogo,
para no pecar de ignorante
compruebo que una copa de buen
vino
no hace daño a nadie.
Varios matices diferentes
largas y chatas
anchas y diminutas,
se hunden en las copas obedientes
abriendo las narinas para
capturar los primarios aromas
que vienen directamente de la
uva.
Luego removemos el vino
hasta conseguir un remolino
se habla del color y la lagrima,
del líquido que en el cristal
deja su huella
cogemos la copa por el tallo y lo
probamos
mojándonos apenas los labios.
El vino caía sin apenas chasquido
en la copa
levemente inclinada
de modo que ondulaba y esparcía
mejor su aroma,
nos iban sirviendo vinos
verdes, azules y blancos
tintos y rosados.
La cata termina
la mejor copa siempre es la
primera
la que mejor sabe,
la más cálida en el estómago y en
la sangre
antes que el paladar se aturda
con más aromas
o con los sabores de las tapas.
Y aquí se termina la cata
el vino lo conocemos por la boca
alcanza su sentido cuando sus
efectos nos llegan al alma,
cuando nos alegra y nos hace
partícipes en la alegría ajena
y cuando sufrimos la resaca
mal aliento, lengua estropajosa y
dolor de cabeza.
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