Un día como otro
cualquiera
Mis
manos llenas de tinta emborronan los papeles de mi cuaderno persiguiendo
escribir unas cuartetas para dar forma a estos versos.
La
tarea se presenta bastante ardua en estas calurosas horas, a las doce de la
mañana mientras mi mirada se distrae por la ventana.
La
gente se arremolina en un centro comercial cualquiera, empujones y hasta ponen
malas caras estamos a primeros de julio y es época de rebajas.
Más
de cuarenta grados a la sombra a lo lejos se escucha el canto de las cigarras,
recogen el grano las trabajadores hormigas infatigables a todas horas.
A
lo lejos se oye el sonido de una sirena, se aproxima velozmente una ambulancia,
a una mujer acaba de darle una lipotimia por una discusión por un quítame allá
unas pajas.
Y
es que estas temperaturas tan altas nos hacen perder la cabeza, habrá que ir a
bañarse en el agua fresca de las gargantas veratas para refrescar nuestras
ideas.
La
música del transistor alegra el fondo de mi corazón, con un poquito de cante
flamenco yo me pongo muy contento.
Un día como otro
cualquiera
es tan bueno para escribir
un poema,
con más o menos rima
luego salga el sol por
donde quiera.
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